En nuestra vida profesional solemos preguntarnos cuál es el nivel necesario de conocimiento o habilidades requeridas para realizar dicha actividad. Además de conocimiento, experiencia y requerimiento de habilidades, resulta fundamental cuidarnos personalmente manteniendo una alimentación saludable, descansando adecuadamente y poniendo límites al desarrollo de nuestra jornada laboral.
Con el paso del tiempo se han creado incluso índices para medir el rendimiento de la actividad laboral (KPIs), que regulan los estándares de valor añadido que debe aportar el trabajador a la organización; términos como la conciliación laboral y familiar por fin han sido incluidos en nuestro vocabulario, aunque aún queda mucho camino por recorrer.
A pesar de dichos avances, en el cuidado de nuestros seres queridos a veces no somos conscientes de la importancia de tener momentos de calidad que aporten valor añadido a nuestra vida y a la de la persona que cuidamos; es importante aprender a reconocer nuestras limitaciones a la hora de prestar los cuidados a los que más queremos, siendo a su vez conscientes de la importancia que tiene el trabajo que se asume y admitiendo que se está haciendo lo humanamente posible.
La demanda de acudir a un Centro de Día es realizada en la mayoría de los casos por el cuidador principal de la persona dependiente, que suele presentar insatisfacción con la calidad de vida que pueda estar prestando a su ser querido; la persona cuidadora lleva de la mano a una mala compañera, la culpa, que activa los sentimientos de rabia por fallar a la persona, junto con la tristeza por el posible dolor que se cause y la ansiedad por las posibles consecuencia. La culpa, la incertidumbre y el desconocimiento retrasan la decisión de acudir a un recurso que es altamente beneficioso por su carácter comunitario, participativo, preventivo y rehabilitador.
En SOMOS Comunidad y Salud entendemos lo difícil que es tomar la decisión de delegar los cuidados de nuestros seres queridos en manos de otras personas, por ello damos voz y reconocemos la figura de la persona cuidadora mediante el fomento de la implicación real en el proceso terapéutico. Nuestra relación con la persona cuidadora se basa en la escucha activa, la empatía y la aceptación incondicional, facilitamos la expresión de todos los sentimientos para conocer cuál es su actitud y aptitud para el cuidado, cómo ha podido repercutir esta tarea en su vida personal y detectar posibles síntomas de sobrecarga, anticipándonos en la medida de lo posible y abordando la problemática del descuido personal que se sufre cuando se cuida sin ayuda.
Delegar el cuidado de nuestros seres queridos en profesionales que ayudan y nos guían es sin lugar a duda la mejor estrategia para dar lo mejor de nosotros mismos a nuestros familiares.
Se lo debemos a nuestros seres queridos y a nosotros mismos.
SOBRE LA AUTORA
Natalia Ciudad Yanguas, Codirectora y Trabajadora Social en SOMOS Comunidad y Salud.